blog

blog

jueves, 30 de noviembre de 2017

Cosas que pasan por la mañana

Algunas mañanas viene Lucas a nuestra cama. Nos tapamos bien y remoloneamos. En realidad, remoleamos, en idoma 4 a 6 años. Para Lucas remolear es ser un cerdo. Yo soy la granjera y el cerdo Lucas es rosa y cariñoso y hace cosas de cerdo, como dormir, revolcarse en las mantas-barro y comer bellotas y mazorcas de maíz. Hace un par de semanas Lucas era un hámster, y antes de eso un tigre y mucho antes el Yeti. A mí me gustaba más el Yeti, porque era tierno y cuando comía hielo se hacía invisible. Con el tigre, sin embargo, empezaba la mañana un poco más nerviosa y magullada, sobre todo si la noche anterior había olvidado guardar bajo la almohada un buen chuletón imaginario para calmar su apetito. Al cabo de un rato de vida en la granja-cama suele llegar Violeta. Violeta y yo nos acurrucamos y nos frotamos los pies (el remolear con el que yo soñaba) mientras el cerdo salta encima de nosotras. A veces Violeta no quiere jugar pero al final acaba rindiéndose a los encantos del cerdo. Hoy al cerdo se le ha ocurrido organizar una fiesta en el corral. Yo he propuesto aportar bellotas pero tanto el cerdo como Violeta preferían madalenas de cerdo y tarta de cerdo, que he preparado en mi horno-almohada mientras Violeta engalanaba la habitación con guirnaldas y confeti imaginario.
La fiesta ha sido un éxito, pero hemos llegado tarde al cole. 


miércoles, 29 de noviembre de 2017

Lluvia

Anoche volvió. Sutil al principio. Ligera, como pluma, sobre los niños, los perros, los toboganes. Más tarde, bajo el abrigo de la noche, se desató, entregada, exuberante. Volvió y lo empapó todo. La lluvia. ¡La Lluvia! Por fin.
Hoy, botas de agua, olor a tierra y sol flojito.
A veces aún no es tarde: se esponja la jara, se yergue el romero. Sí lo es- claman las aceitunas, el trigo y los girasoles desde el limbo de lo que no fue.
Los niños juegan. Los campesinos suspiran. La lluvia, que no sabe de razones, cae, solo cae.



jueves, 6 de abril de 2017

Stairway to Heaven (Memoria de un muerto cansado)

Ya está. Se acabó lo que se daba. Me morí, la palmé, la diñé, que no es lo mismo que irse para el otro barrio, cosa que llevo intentando desde mi funeral, hace una semana, donde se me entregó un Google Map con el localizador de las puertas del Cielo. Tercera nube a la derecha, sube recto por la escalera de nimbos. Desde luego, la orientación no es mi fuerte. Al llegar, por fin, al Cielo, chorreando alma y doloridos los pies, me encuentro con que, justo al lado, estaba el ascensor. Directo desde el cementerio. De allí salen los otros, los espabilados: muertitos frescos, descansados, con su alma intacta. Está claro, morirme no es lo mío. 


jueves, 23 de marzo de 2017

El infinito y el té

(post para avanzados) (…así que poned un pie delante)

Nacho ha preparado un té. Cojo la taza humeante entre mis manos. Me la acerco muy despacio a los labios. El espacio existente entre mis labios y el té caliente en la taza es, en apariencia, finito. Con finito no quiero decir que sea escaso, que también, sino que se acaba.

Me decido a intentar el primer sorbo. Descubro que un espacio finito puede dividirse, cuando lo que hay al final es un líquido hirviendo, en infinitas porciones infinitesimales (creo que aquí redunda algo). Mis labios recorren cada una de esas infinitas porciones en un tiempo t. Parece que t1+t2+t3 se nos va a pasar la tarde. Abajo, el t sigue caliente. 

Recordando a Aquiles contra la tortuga me decido por un avance discreto. Con discreto no quiero decir que sea modesto, que también, sino que es definido. En un tiempo t4 recorro la distancia d que me salvaba d(el) t.

Al final Aquiles gana a la tortuga y yo me quemo. 



martes, 21 de marzo de 2017

Reflexiones con tos

La garganta por dentro está recubierta de piel rara. Viscosa, venosa, rugosa. Piel de alienígena. No es que yo me mire a menudo la garganta, pero hoy lo he hecho porque creí que tenía una mujer atravesada en ella, como Galeano, pero resulta que lo que tengo es un extraterrestre. Aprovechando que tenía la linterna en la mano, se me ha ocurrido mirar bajo la lengua. Allí el asunto se pone mucho más feo. La lengua por debajo es un extraterrestre de los que dan miedo, de los que no vuelan en bicicleta y no llaman a su casa por teléfono, ni siquiera el día de la madre. Es posible que el alienígena de debajo de la lengua no tenga ni madre. Está bien: estoy rellena de alienígena, pero que no cunda el pánico. Por ahora lo único que hace mi extraterrestre interno es toser como un condenado. Me meto un puñado de lacasitos en la boca, a ver si así lo aplaco. Con ET funcionó...En Alien prefiero no pensar. 

miércoles, 1 de marzo de 2017

Llegar al bulbo

Cavé. Con las manos, con los dedos, con un palito, con las uñas, con los dientes. Con cuidado, como una arqueóloga desenterrando una mandíbula de Australopithecus. Ansiosamente, como un pirata en busca del tesoro. Con afán, como la hormiga recolecta para el invierno.  Cuando llegué al bulbo me emocioné. Tan cerca ya del misterio. Salió. Por fin. La flor. 

Le he dado nombre a esa flor, a todas las suyas con ella. Soy rica: poseo la primavera. 

jueves, 9 de febrero de 2017

Explicaciones al mundo

Zoóloga, paleontóloga, botánica, naturalista, ornitóloga, monitora de ocio y tiempo libre, etnobotánica, cuentacuentos, ecóloga, socióloga, técnico de la unión europea, dibujante, psicóloga ambiental, costurera, traductora, correctora, editora de estilo, cartero, profesora, escritora, voluntaria.

Cosas que quise ser y no fui.

Al menos, gracias a ser un poco pasional y un poco inconstante, he sido todo eso durante un ratito. Menos lo de cartero y técnico de la unión europea (porque no logré convencer a nadie para que me dejara hacerlo gratis, que si no...)

En realidad, laboralmente hablando, soy un cero a la izquierda. Un talento desaprovechado, una promesa no cumplida. Para muchos, supongo, y a veces también para mí misma.

Sin embargo, también he sido, y soy, otras cosas que sí duran. Montañerilla. Novia. Mamá. Feliz.

Lo de mamá es lo que más hago últimamente. Y lo hago bastante bien. A tiempo completo. ¿Por qué? (a veces necesito explicárselo al mundo) Porque sí. Porque puedo, porque quiero, porque me gusta, porque nos gusta. Porque tenemos un papá que, aparte de ser guay, es la despense de ma famille. Yo estoy donde quiero estar. Y creo que, precisamente porque todos estamos donde queremos estar, nuestra familia es tranquila y feliz.

Que nos quiten lo bailao. Y lo que nos queda por bailar. 



















Etiquetas: En agua de borrajas, Laboralmente hablando, Que me quiten lo bailao. 

domingo, 22 de enero de 2017

Conversaciones en zapatillas

- Mamá, estoy pintando cosas que dan miedo, he pintado un fantasma y un monstruo, ¿qué más puedo pintar?
- Mmm...lo del miedo es muy personal, Violeta - digo distraída
- Sí, pero ¿qué puedo pintar? (los niños no aceptan vaguedades)
- ¿Un vampiro?
- Nooo, con forma de persona no vale
- (pues Trump era mi segunda opción…)
Sigo pensando en cosas que dan miedo (Vodafone, la precariedad laboral, las mafias de niños, la guerra de Siria, la indiferencia ante la guerra de Siria…) Pero al final digo:
- ¿Un ogro?
- no
- ¿un trol?
- no
- ¿un gigante malo?
- no
-….
- ¡Ya lo sé!- grita Violeta- ¡¡¡Un palito salpicando miel!!!

Y lo pintó…

Espero que podáis dormir esta noche.

jueves, 12 de enero de 2017

La sal siempre al final

Mi abuela me ha enseñado muchas cosas. Por ejemplo, la tabla de multiplicar del siete. Y la del ocho, y todas las demás, camino de ballet. Mi abuela, siempre caminando con su rápida cadencia, perejil, perejil, perejil, tan distinta de la mía que soy mucho más hierba buena, hierba buena. Yo un oso y ella un pajarito. Mi abuela sabe cosas: de economía, de sembrar tomates, de coser, de política, de cocina. Camina como una marquesa, mi abuela, pero cava el huerto como buena labradora castellana. Y siempre tiene el refrán apropiado: quien despierta a un dormido tiene paz y quiere ruido (desde que nacieron los pequeños siempre le he tenido que dar la razón en eso). Mi abuela, discreta y abnegada, ordena, pinta, cose, limpia, siembra, cocina, y todo ello como sólo las abuelas saben hacerlo. Como sólo mi abuela sabe hacerlo. Ella, con naturalidad de abuela, me ha enseñado la receta del potaje de garbanzos, el punto alto de ganchillo y el secreto de las lentejas. La sal siempre al final. Yo he aprendido mucho, pero a medias, así, como aprendemos los nietos. Ni los garbanzos ni el ganchillo ni las lentejas me han salido nunca como a ella. Ese don especial es de mi abuela. Me pregunto qué les enseñaré a mis nietos: a pensar raro, los nombres de las plantas, a quedarse mirando a las musarañas mientras se ponen un calcetín, a recitar caperucita roja del revés…No sé, me parece que lo de las lentejas tiene más enjundia, pero cada uno se hace a sí mismo como puede, como quiere y como le sale. Y a mí me ha salido así. Y quizá por eso admiro a mi abuela, que salió de un así tan admirable. Yo he aprendido cosas a lo largo de la vida, pero reservo un bolsillo especial en el corazón donde guardo todo lo que mi abuela me enseña. Y ese bolsillo del corazón late fuerte y calentito.



lunes, 9 de enero de 2017

Una San Silvestre mítica

Cuando Mercurio decidió participar en la San Silvestre Salmantina, los demás inscritos protestaron. Competir con alguien que lleva alas en los talones no es muy alentador, que digamos. Mercurio entrenaba en la Aldehuela, más por presunción que por necesidad de prepararse, dejando atrás a atletas y velocistas. Unos días más tarde apareció, en las listas de inscritos, Flash, el superhéroe, que ni siquiera se tomó la molestia de entrenar. Y, a tan sólo un día del cierre de inscripciones, el nombre del Correcaminos, seguido, cómo no, del sempiterno Coyote, acabó de intimidar al resto de participantes. El día de la carrera, reporteros de todo el mundo acudieron para retransmitir el espectáculo. ¿Cuál de ellos se alzaría con la victoria? El día amaneció frío. Muy frío. Una niebla helada invadía las calles. Y por eso ganó Manuel González, frutero de la plaza de la Fuente: el único que llevaba gorro.