Ya está. Se acabó lo que se daba. Me
morí, la palmé, la diñé, que no es lo mismo que irse para el otro barrio, cosa
que llevo intentando desde mi funeral, hace una semana, donde se me entregó un Google Map con el localizador de las
puertas del Cielo. Tercera nube a la derecha, sube recto por la escalera de
nimbos. Desde luego,
la orientación no es mi fuerte. Al llegar, por fin, al Cielo, chorreando alma y
doloridos los pies, me encuentro con que, justo al lado, estaba el ascensor. Directo
desde el cementerio. De allí salen los otros, los espabilados: muertitos
frescos, descansados, con su alma intacta. Está claro, morirme no es lo mío.
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