Ayer acompañé a mi abuela al casino. El Casino, lo voy a poner con
mayúscula para no liarnos, no es un antro de azar y perdición, sino un edificio muy señorial al
que acuden socios, generalmente elegantes y bastante mayores, que se juntan por el afán común
(común entre ellos y entre muchos otros mortales que no van al
Casino con mayúscula) de pasar el tiempo en compañía. A mi también
me gusta pasar el tiempo en compañía pero no soy socia del Casino
con mayúscula, así que cuando dejé a mi abuela jugando su partida
y me puse a cotillear de puerta en puerta y de salón en salón, me
invadió cierta sensación de furtivismo. Recorriendo las salas de
puntillas entendí una cosa importante. Lo voy a poner en negrita para que os deis cuenta: donde haya un entarimado viejo, que se
quiten los rayos infrarrojos. (Cuando sea famosa os podéis serigrafiar la cita en una
camiseta, con comillas, eh). La cosa es
que en el Casino con mayúscula es imposible pasar desapercibida. No
porque tenga cincuenta años menos que la media de edad. También. No
porque no lleve abrigo de visón. También. Pero lo que delata a cualquier intruso es su sistema de seguridad: ese entarimado de principios de
siglo pasado. Ni de puntillas, ni pisando en las tablas impares, ni
en las pares ni nada. Criiiic. Craaaac. Crooooooc. Me río yo del
culo de Catherine Zeta Jones sorteando los rayos infrarorrojos en La Trampa. Si en vez de proteger el
tesoro con infrarrojos lo hubieran puesto en medio de un salón del
Casino con mayúscula....ni contorsión, ni culo ni nada. Otro gallo
habría cantado, sí señor. Catherine tendría que haber cambiado de
estrategia: por ejemplo, hacerse la permanente y aprender a jugar a
la canasta. Y la peli habría sido...otra cosa.
1 comentario:
Si fuese un casino, así, en minuscula, se jugaria entonces a la Canasta, con mayusculas?
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