Mi musa piecil: nacho
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domingo, 7 de noviembre de 2010
sábado, 6 de noviembre de 2010
Pesadilla en Halloween
Los disfraces, ay, los disfraces….fuente de dolorosos desengaños entre lo esperado y lo conseguido. He aquí la historia de tantas y tantas decepciones:
Tú (o yo) con toda tu creatividad nutrida de películas, de historias, o de tu propia imaginación, diseñas un disfraz casero. Tu disfraz. Creativo, estupendo, flamante. Este año sí que van a flipar con tu disfraz ¡Y todo con materiales reciclados! (oh error). Y es que las ideas siempre son buenas, pero luego, cuando decides llevarlo a cabo….pasa lo que pasa.
Estábamos intentando superar nuestra vergüenza colectiva cuando, de repente, llaman a la puerta. Diiiiing Doooooong. Siete cuasi-treintañeros nos abalanzamos para abrirla con las manos llenas de caramelos y la sonrisa llena de dientes y la ilusión llena de niños. Eran los adolescentes de la casa de al lado, con sus granos y su aliento a cigarrillo y su cara de pasota, que venían a que - Si eso, que venga, que no seas cutre y nos largues unas chuches. Nos miramos confundidos. Yo con mi ojo colgante de ganchillo, Tina con su trompa-calcetín, Nacho con su alfiler lacio, y Holly con su pistola naranja de plástico. Avergonzados, con la mirada gacha, les largamos la mercancía y nos volvimos para dentro, donde nos sentimos de nuevo calentitos y seguros en nuestra común cutrería, mientras cada uno imaginaba para sí mismo -El año que viene…el año que viene sí que van a flipar con mi disfraz.
jueves, 4 de noviembre de 2010
Lo que embellece al desierto
Lo que embellece al desierto es lo que esconde. Porque lo esencial es invisible a los ojos. Y en nuestro caso lo esencial resultaron ser pulgas. Y nos picaron hasta en el alma. Y ni con los ojos del corazón pudimos verlas.
lunes, 1 de noviembre de 2010
Con ojos de pronghorn
En el corazón de Utah se esconde el paisaje más bonito del mundo. El paisaje más bonito del mundo no se puede fotografiar. Y no se puede contar. Y nunca se puede volver a él. Su inmensa belleza dura sólo un instante. El primer instante. El del descubrimiento. El momento en que la vista se sobrecoge, las rodillas tiemblan y se eriza la piel. Un segundo después el paisaje más bonito del mundo se desvanece, dejando tan sólo una vulgar caricatura de lo sublime: una vista, un recuerdo, una foto.
Sólo me queda (y no es poco) la certeza de, una vez, haber estado allí. Con todo mi yo.
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