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jueves, 23 de marzo de 2017

El infinito y el té

(post para avanzados) (…así que poned un pie delante)

Nacho ha preparado un té. Cojo la taza humeante entre mis manos. Me la acerco muy despacio a los labios. El espacio existente entre mis labios y el té caliente en la taza es, en apariencia, finito. Con finito no quiero decir que sea escaso, que también, sino que se acaba.

Me decido a intentar el primer sorbo. Descubro que un espacio finito puede dividirse, cuando lo que hay al final es un líquido hirviendo, en infinitas porciones infinitesimales (creo que aquí redunda algo). Mis labios recorren cada una de esas infinitas porciones en un tiempo t. Parece que t1+t2+t3 se nos va a pasar la tarde. Abajo, el t sigue caliente. 

Recordando a Aquiles contra la tortuga me decido por un avance discreto. Con discreto no quiero decir que sea modesto, que también, sino que es definido. En un tiempo t4 recorro la distancia d que me salvaba d(el) t.

Al final Aquiles gana a la tortuga y yo me quemo. 



martes, 21 de marzo de 2017

Reflexiones con tos

La garganta por dentro está recubierta de piel rara. Viscosa, venosa, rugosa. Piel de alienígena. No es que yo me mire a menudo la garganta, pero hoy lo he hecho porque creí que tenía una mujer atravesada en ella, como Galeano, pero resulta que lo que tengo es un extraterrestre. Aprovechando que tenía la linterna en la mano, se me ha ocurrido mirar bajo la lengua. Allí el asunto se pone mucho más feo. La lengua por debajo es un extraterrestre de los que dan miedo, de los que no vuelan en bicicleta y no llaman a su casa por teléfono, ni siquiera el día de la madre. Es posible que el alienígena de debajo de la lengua no tenga ni madre. Está bien: estoy rellena de alienígena, pero que no cunda el pánico. Por ahora lo único que hace mi extraterrestre interno es toser como un condenado. Me meto un puñado de lacasitos en la boca, a ver si así lo aplaco. Con ET funcionó...En Alien prefiero no pensar. 

miércoles, 1 de marzo de 2017

Llegar al bulbo

Cavé. Con las manos, con los dedos, con un palito, con las uñas, con los dientes. Con cuidado, como una arqueóloga desenterrando una mandíbula de Australopithecus. Ansiosamente, como un pirata en busca del tesoro. Con afán, como la hormiga recolecta para el invierno.  Cuando llegué al bulbo me emocioné. Tan cerca ya del misterio. Salió. Por fin. La flor. 

Le he dado nombre a esa flor, a todas las suyas con ella. Soy rica: poseo la primavera.