Aliñar tus propias aceitunas tiene su intríngulis. Dicen que es difícil obtener la receta al completo. La buena, la de verdad. Pero no te preocupes. Tengo el secreto. Y TE LO VOY A CONTAR. Aquí. Ahora. Paso a paso. Sin códigos promocionales. Sin
cupones descuento. Sin permanencia. ¿Estás listo? Pues toma nota y sigue al pie de la letra:
Primero tienes que ir al olivar de
Tomares con Paco y Gloria y coger las aceitunas en su punto justo: según Paco, verdes tendiendo a morado.
Como se te despierta la codicia, al final coges diez kilos, que van desde el
verde pistacho hasta el negro petróleo.
Las machacas, según Roberto, con una
piedra, o las rajas, según Paula, con un cuchillo. Después las pones en agua,
según un amigo de Jesús Villazán. O en salmuera, según Keka. Si te pones
tiquismiquis, pones un huevo a flotar, según Gerard. Les cambias el agua todos los días, según Paco, el
portero. O cada un par de días, según Ana la panadera. O no se lo cambias, según un tío
que tiene un blog en internet.
Cuando ya no amargan (o te hayas cansado de que toda la casa huela a aceituna machacada) es que ha llegado la hora de aliñarlas. Fácil: cortas trocitos de
zanahoria y de pimiento rojo, según el que vino a instalar el ADSL. No, mejor verde, según
Juan, el del puesto de verduras. Añades ajo machacado y limón, según la del bar Mercedes, que no se llama Mercedes, sino Gema. O
vinagre, según Josele el papá de Yulia. Y orégano, comino o tomillo, según mi amiga Rosario la teóloga. Con agua, tal cual, según Juanjo, o cocido, según Carmen, la de
Lunares y Limones. Las
tienes en aliño durante una o dos semanas, según el bol parlante de Óscar. O hasta que te entre el hambre, según Nacho.
Según Pedro, debajo del puente en el río hay un mundo de
gente, debajo en el río en el puente.
Al final te las comes.