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sábado, 22 de octubre de 2016

Catarro

Estar acatarrada es como llevar gafas de sol.

jueves, 20 de octubre de 2016

Gafas de sol

Cuando me pongo gafas de sol siento la vida desde lejos. Las gafas de sol son como una muralla que me separa de lo externo. Con gafas no veo, no oigo y no entiendo el idioma. Allá afuera las voces, los coches, la gente. Dentro de mi cabeza yo voy calentita, en una nebulosa de oscuridad, oyéndome por dentro, escuchando mi propio eco, los oídos y los ojos velados. Mi mundo se hace grande, y los taxistas y los supermercados diminutos, insignificantes. Me crecen los dientes, las orejas, las manos y los pies. A mi paso todo sucumbe y yo sigo avanzando tranquilamente, causando el caos, con un devastador paso lento, en la inopia, derribando cajas de naranjas, torres de papel higiénico y grupos de escolares a la salida del colegio. No es que piense nada en particular, camino en mi mundo, distraída, oyéndome, pensándome, más y más grande por momentos. Gigante dentro de mí. Los semáforos caen y aplasto los coches sin percatarme. La ciudad se llena de sirenas de policía, que percibo como un zumbido lejano.  Aplasto sin darme cuenta palmeras, kioskos y ambulancias. Dejo atrás, como muñecos desvalidos, a bomberos con sus escaleras.

Vuelvo a casa, me quito las gafas para caber en el ascensor. Me llegan de la calle ruidos caóticos. Al llegar pongo la radio. Parece ser que un gigante sonámbulo ha tomado la ciudad esta mañana. El mundo cada día está más loco. 


martes, 11 de octubre de 2016

Anécdota banal


En casa hay un río.

Podríamos llamarlo riachuelo, o quizá arroyo, porque es pequeño. Es muy pequeño. Nuestro río mide exactamente dos coma treinta y ocho centímetros de longitud. Es un río corto, pero un río, eso sí.

Caudaloso, lo que se dice caudaloso, tampoco es. En realidad, no lleva agua. Es un río seco, pero un río, eso sí. 

De fauna y flora no es que ande muy bien. Peces no tiene. Ni cangrejos, ni moluscos, ni insectos. No tiene vegetación de ribera y no tiene algas. Es un río abiótico, pero un río, eso sí.

Bueno, la verdad (por si todavía confiabais) es que nuestro río no es un río. Me habéis pillado. Es un desperfecto en un azulejo de la cocina. Pero es el río de Lucas.  

Y ahora sería bonito revestir la anécdota de profundidad: loar la imaginación de los niños, reflexionar sobre la maravilla de la infancia, sobre la ternura de vivir con niños, sobre los ojos bonitos. Y más. Seguiría hablando de la necesidad de maquillar la realidad, de las tretas de nuestro cerebro para vivir bonito, o para vivir, así, sin más. Me envalentonaría. Continuaría con el problema de la gestión del agua y el cambio global. La invasión del cangrejo americano y la almeja asiática.

Pero es que yo sólo quería contaros que en casa hay un río.


martes, 4 de octubre de 2016

MIGRACIÓN


He visto cigüeñas. 
No, cigüeñas no. Lo que yo he visto son CIGÜEÑAS. 
No, tampoco es eso. 
¿Cómo explicarlo con esa diéresis raquítica?
Veréis, lo que quería decir es que yo...














Pues eso. Cientos. Volando. Un poco blancas, un poco negras. Rondando el estrecho de Gibraltar. Sin atreverse a cruzar. Amagando, pero no. Esperando la señal, o los vientos, o la inspiración, o una invitación del continente hermano. Bailando con las corrientes de aire. Hermosas. O hermosa, porque eran muchas pero eran una. Porque eran una danza y un ciclón. Una fiesta de despedida: de España, del otoño. Un desafío a lo estático. Un alegato contra toda frontera. ¡Hasta la vista, amigas!