blog

blog

lunes, 29 de agosto de 2011

La vida en diminutivos


Pollito ya está aquí. Llegó un 2 de Agosto entre empujones y a fús a fús a fús en un parto bastante neanderthal. Digo…natural. Pollito nació de color morado, con las manos arrugadas, los ojos cerraditos y las uñas largas como un topillo. Topillo se llama Violeta y se lanza en picado a todo pezón que huele. Violeta es pequeñita y desvalida, a veces de color rosa pálido; rosa fucsia cuando se enfada. Violeta tiene boquita de piñón y maúlla como un gatito. Como un gatitito. A veces cuando me despierto y veo a Gatitito en su cuna, con su cara plácida, blanca como una pipa de calabaza, me sorprendo de ser mamá. Y Mamelén, que es mi nuevo nombre de heroína, se queda mirando a Calabaza y a veces se emociona y le dice cositas suavecitas: perranganito, estuquito, golondrín. A veces Golondrín duerme, a veces come y a veces llora. Y entonces Papacho y Mamelén le cantamos canciones inventadas, por lo bajini,  historias de elefantes y de pies, de palanganas y de escarabajos. No siempre afinamos, tampoco siempre riman, pero a Gatitito no le importa mucho y nos mira con sus ojos abiertos abiertos como lunas. Luego se duerme. O no. A Gatitito se le están poniendo gorditos los mofletes. A mí tiernito el corazón.